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¿Ocupemos nuestro lugar en el mundo?



¿Te has preguntado cómo los estereotipos de género repercuten en la valoración que tienes como profesional? o ¿has pensado cómo la dificultad para establecer límites en el trabajo está asociado a los roles en los que somos socializadas? ¿Te has preguntado cómo influyen las historias, las películas, las canciones, los mitos en la forma en cómo nos percibimos como profesionales?


¿Te has dado cuenta que esa tendencia a sobrecargarnos y a no decir que NO de manera segura está ligada y tienen que ver con los prejuicios culturales asociados al rol de lo que significa ser mujer en la sociedad?


Lo que he observado desde mi experiencia profesional y personal, es que los estereotipos de género también tiñen nuestro mundo interno. Creo firmemente que para cambiar nuestra relación con el mundo, debemos cambiar nuestra relación con nosotras mismas y avanzar juntas hacia una sociedad más justa.


Las mujeres desde pequeñas vamos internalizando creencias y experiencias que muchas veces nos limitan.


En primer lugar, para destacar escolar y laboralmente debemos esforzarnos el doble, lo que nos sumerge en una dinámica donde pensamos y sentimos que nunca es suficiente.


Debemos dejar en claro que lo que hemos logrado no es por como nos vemos o por la ayuda de otros. Y desde ese lugar vamos construyendo una forma bien particular de relacionarnos con nosotras mismas, nos acostumbramos a la autoexigencia excesiva y la autocrítica constante, nos sobrecargamos y nos exigimos para sentirnos buenas en lo que hacemos.


Y entonces tememos a los nuevos desafíos, el miedo a equivocarnos nos lleva a no arriesgarnos, a no sacar la voz, a no ser la mejor versión de nosotras mismas. Por otro lado nos educan hacia la complacencia y hacia la condescendencia, nos enseñan que las necesidades de los otros están antes que las nuestras. Nos enseñan que debemos ser “buenas” y “empáticas”, que las mujeres no debemos sentir rabia, esa es cosa de hombres, es igual a ser agresivas y daña a otros.


Si sentimos rabia nos tildan de poco empáticas, agresivas, conflictivas o de masculinas, y eso no es cosa de mujeres. Y entonces apagamos un preciado semáforo que nos muestra cuándo poner límites, cuándo decir que NO. Aprendemos a desconectarnos de la rabia y nos alejamos de una tremenda guía que nos permite poner límites, autoafirmarnos, ponernos en acción y, sobre todo, nos conecta con la importancia de nuestras necesidades.


Los estereotipos de género han limitado nuestra corporalidad y el espacio que nos corresponde y merecemos ocupar en el mundo. Aprendemos a pasar desapercibidas, a hablar despacio, a ocupar poco espacio, a situarnos en posiciones corporales de “no poder”. Debemos sentarnos y hablar como “señoritas”. Nos enseñan que debemos ser humildes, a no mostrar nuestros logros, y los atribuimos a la ayuda de otros, a la suerte.


Construyamos una sociedad donde las mujeres vivamos con la certeza de que lo vamos a hacer bien y no con el miedo a equivocarnos. ¡Alcemos la voz, hablemos, opinemos y celebremos nuestros logros!


Démonos el espacio a diario de revisar todo lo que hicimos bien, nuestros avances, y atribuyámoslos a nosotras mismas. Ocupemos el lugar que merecemos en el mundo y sintámonos orgullosas de ello.


Porque cuando las mujeres nos creemos el cuento respecto a nosotras y a nuestro potencial como profesionales, cuando somos valientes, podemos cambiar al mundo y avanzar hacia una sociedad más justa, equitativa e igualitaria.

 
 
 

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